Adrienne solo sonrió. Si Hunter supiera que ella había estado casada con Alistair Han y cómo su marido la había tratado en aquel entonces, podría haber considerado a Lennox un santo. Aunque lo que decía su hermano era cierto. Ella no había conocido a muchos hombres en ambas vidas como para entenderlos bien. Sin embargo, no era ajena al hecho de que la obsesión de una persona podría arruinar vidas.
A pesar de su intento de evitar ir a Elíseo y encontrarse con Alistair allí, Adrienne había logrado despertar su curiosidad. El hombre aún no había hecho nada hacia ella, pero ella podía sentir claramente su mirada fijada en ella durante el banquete de cumpleaños.
—Dale una buena pensada a mi sugerencia, hermano. Puedo cuidarme sola, pero tenemos que tomar algunas medidas precautorias —dijo.