Adrienne no tenía problemas con sus otras asignaturas aparte de Matemáticas e Idiomas Extranjeros, por lo que estas eran el foco de sus lecciones con Lennox. Mientras Lennox revisaba los problemas anteriores que había asignado a Adrienne para resolver, le pidió que leyera un pasaje de su libro de texto.
Él no tardó ni tres minutos en revisar sus respuestas y encontró tres incorrectas. Luego bajó el bolígrafo rojo sobre la mesa y miró el rostro de Adrienne, cuyas cejas estaban fruncidas en concentración mientras intentaba leer cuidadosamente las palabras.
Cuando terminó con su tarea, lo encontró mirándola.
—¿Qué? ¿Lo leí mal? —preguntó ella, colocando el libro de texto entre ellos.
—No, pero necesitas practicar tu dicción. Eres inteligente, Addie, pero no todo lo que necesitas aprender está en el libro de texto. Mejorarás más rápido si lo usas en conversaciones diarias. ¿Quieres probar conmigo? —sugirió Lennox.