El zumbido de Yin Fu se detuvo al igual que la sonrisa en su rostro cuando se giró y miró al tritón que estaba detrás de él. Cabello rubio fresa familiar y ojos ámbar como los de un gato, maldita sea —pensó que no usaría violencia hoy.
—Rentian —saludó Yin Fu al tritón con una voz fría y un rostro que destilaba tinta. Por supuesto, conocía a Yin Rentian, era uno de esos hijos sirena de su familia que aceptaron su destino y de buena gana abrieron sus piernas para las mujeres por órdenes de su madre.
Por esto, Yin Rentian era tratado mucho mejor que él, lo que causó que Yin Rentian se volviera cada vez más arrogante. Si había algo de lo que se sentía orgulloso era del hecho de que a tantas mujeres les gustaba incluso si era en sus camas.