El Padre Shao no podía articular palabra, solo podía bajar la cabeza y llorar lamentablemente, todavía no podía creer que su esposa, quien lo mimaba, lo echara llamándolo gafe al creer las palabras al oído de su otro marido tritón cuando él había salvado su vida arriesgando la suya.
—Papá... —Shao Hui observaba impotente a su padre llorando y luego arrastró el taburete antes de sentarse al lado de la cama tomando las manos de su padre y acariciándolas cuidadosamente—. No llores, estoy aquí contigo... mientras yo esté aquí, me aseguraré de que recuperes tu dignidad, te prometo que haré que esa mujer se arrepienta de dejarte así, así que deja de llorar, ¿de acuerdo?
Sólo entonces el Padre Shao recordó que necesitaba hablar con su hijo acerca de la eutanasia pero antes de que pudiera decir algo, Shao Hui tomó el puchero de gachas hecho trizas y se lo ofreció a su padre con una sonrisa diciendo con orgullo —Esto lo cociné yo, vamos pruébalo y dime qué tal me quedó.