—No es verdad. No es verdad. Él solo miente. No hay nada de eso. El hombre que me dice que se preocupa por mí y solo por mí no me traicionaría así. Dios no sería tan duro conmigo —Elliana se sentó en el suelo con las rodillas pegadas al pecho mientras se balanceaba hacia adelante y hacia atrás.
—Por favor, que no sea cierto. Algo anda mal con mis oídos. Mis oídos ya no funcionan bien. Lo estoy escuchando todo mal. El señor Marino nunca haría algo para romperme el corazón. Prometió no hacerme daño —susurró Elliana para sí misma, su mente negándose a creerlo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras hacía lo posible por no dejarlas caer.
No tenía sentido ni utilidad que cayeran cuando no era cierto. El señor Marino no la traicionaría, no después de todo lo que han compartido.
No era solo algo que él le había dicho.
Ella ha mirado en sus ojos, y él nunca fingió ninguna emoción. Eran genuinas. Todas las emociones que compartieron eran genuinas. Su corazón sentía todo.