—Espíritu maligno, jajaja —se rió Elliana, inclinando su cabeza hacia atrás mientras miraba el cielo.
—Soy un puto espíritu maligno. Tienes razón. Soy maligna porque soy una bruja oscura. Y porque soy maligna, mi esposo me dejaría en paz de una maldita vez, y me quedaría sin nada. Nada en absoluto. Mi razón de vivir, la misión de recuperar a mi madre me fue arrebatada, me arrebatarían a mi esposo, todo esto porque soy un espíritu maligno listo para explotar —Elliana escupió entre dientes, frotándose las manos en el rostro.
Sus risas se convirtieron en suaves risitas antes de volver a sus sonrisas, pero sus ojos, que antes eran rosados, se tornaron peligrosamente oscuros, acercándose a su color negro mientras los miraba fulgurante.
—Y a pesar de saber todo esto, que tendría que dejar a mi esposo después de dos días, ¿por qué demonios sentiste la necesidad de recordármelo? ¿Un espíritu maligno, hmm? —Elliana se giró antes de caminar perezosamente con un pequeño tarareo.