—No sabes cómo va a ser la vida, te encontré, y tu vida ya no será dulce miel. Ohhh bebé, permíteme darte un respiro y advertirte, no como una canción en la radio, sería un bajo pesado retumbando en tu mundo, una canción de muerte que cantaría en tus oídos, y tú decides cómo sobrevivirás y te elevarás por encima del horizonte. Puede que sea el diablo de tu vida pero tú eres el Satanás de la mía. Estoy dejándolo ir, pero tú tienes que aferrarte más fuerte. Pecados a cero, ohhh, eres un pecador que nadie conoce, ohhh, cambiarás la historia, y quiero verlo todo, tus pensamientos de desesperación. Ohhhh, solo las píldoras de angustia te ayudan, las dosis de autodestrucción te permiten elevar más alto, mientras abrazas a los demonios. Las estaciones pasarán, aférrate a esa parte que te llama, ohhh —la sirena cantó, cerrando sus ojos mientras lágrimas de sangre caían de ellos—. Ésta era la pista más grande que podía darle a Elliana en este camino que la llevaba a las miserias y su fin.