—Él sabía —susurró Elliana.
—En ese momento no sabía que él era un príncipe real. Él tampoco sabía que yo era la princesa ilegítima del reino humano. Ese día, cuando hablamos por teléfono por primera vez durante ese viaje, fue la primera vez que escuchó mi voz después de mi regreso. Y luego conectó los puntos y comprendió que yo era la misma chica —susurró Elliana.
—Solíamos encontrarnos en los bosques abandonados entre los reinos humano y vampiro. No compartíamos nada personal. Solo estar allí, disfrutar de la compañía del otro hasta que fui arrojada a esa prisión de la nada —dijo Elliana, cerrando los ojos, preparada para su ira.
Sin embargo, nunca llegó. Abrió los ojos y miró dentro de los suyos, sus ojos que estaban gestando una tormenta.
—Está bien —dijo Sebastián y Elliana se sintió triste.
Ella sabía que él no estaba bien. La única razón por la que no decía nada probablemente era porque no quería herirla, y el solo pensamiento ya la hacía sentirse culpable.