Elliana miró la espalda del hombre que no la dejaba sola ni por un segundo y adelgazó los labios.
—Lucas, realmente no necesitas quedarte aquí conmigo. ¿Y si el señor Marino te necesita? —dijo Elliana.
Lucas, que estaba parado como un guardaespaldas, se dio vuelta y miró a su princesa antes de murmurar, sin moverse.
Elliana respiró hondo cuando sus palabras no tuvieron ningún efecto en Lucas, igual que todas las otras cosas que dijo para sacarlo de allí. Él no estaba dispuesto a abandonar su puesto o su deber esta vez, y se notaba en sus acciones y postura.
Han pasado 30 minutos desde que llegaron aquí. Afortunadamente, el invitado principal de la ocasión estaba retrasado y no estaría aquí por otra hora. A los corredores se les pidió que calmara sus nervios o que comieran algo si querían mientras tanto.