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No le sentó bien a Sebastián.
Estaba enfadado. Más bien, estaba furioso.
Y por raro que sonara, no estaba enfadado con ella por alguna razón desconocida.
Estaba furioso consigo mismo por no poder tomar la mano de su mujer cuando ella estaba justo delante de él.
No estaría mintiendo si dijera que de alguna manera sabía que su Princesa se rebelaría contra él. Eso era lo que había estado viendo en estos últimos días.
Ella ha comenzado a mostrar más emociones y a expresarse de más maneras que cuando llegó, algo que a él también le ha comenzado a gustar.
Tenía muchos pensamientos corriendo por su mente mientras hablaba con, o debería decir, intentaba hablar con otros duques y vampiros reales, incluso cuando su mente estaba preocupada por una mujer a la que dejó en casa llorando.
Le dolió el corazón cuando ella le hizo esa pregunta.
La cantidad de dolor en su voz cuando asumió que era verdad y la manera en que corrió, todo le hizo querer arrancarle el corazón a alguien.