—Lo siento —susurró Elliana, avergonzada de sus acciones al despertarse y mirar a Natanael sentado en la esquina de su habitación, vestido con su acostumbrado atuendo real.
—¿De qué te disculpas, Elliana? No has hecho nada mal. Cualquiera en tu lugar habría estado asustado y se habría aferrado a la primera persona que vio y que la salvó de ese evento aterrador —Natanael se sintió herido de que ella se disculpara así solo porque lo abrazó cuando él no llevaba camisa.
Pero fue para bien. Al menos uno de ellos conocía sus límites y sabía lo que estaba bien y mal.
Suspiró y tomó una profunda respiración. Ahora no era el momento de pensar en todas esas cosas. Había asuntos más urgentes que atender.
—Elliana, concéntrate más. Quiero que me digas quién fue. ¿Quién demonios te contactó? Solo quiero escuchar la verdad. Esfuérzate y piensa en todas las cosas que te dijeron —dijo Natanael, y Elliana cerró los ojos antes de comenzar a hablar sobre lo que exactamente sucedió.