—Señor, creo que alguien nos está siguiendo —dijo Lucas, su voz cautelosa y llena de desprecio. Sus ojos empezaron a tornarse de un tono rojizo, y Sebastián murmuró vagamente.
—Lo sé —murmuró él.
—No mires hacia atrás ni actúes como si pudieras sentir que se acercan. Compórtate normal, como si hubieras salido a comprar —añadió Sebastián.
Se dirigió a uno de los puestos e intentó mirar hacia atrás a través del espejo.
Cinco. Podía ver a cinco hombres, mirando detrás de diferentes puestos tratando de echarle un vistazo, y Sebastián reprimió el impulso de sonreírles de manera burlona y dejarles saber que el diablo había posado sus ojos sobre ellos. Que ahora estaban en su radar.
Lucas se detuvo y miró a su jefe antes de bajar la vista.
—Corran, corran, corran —era lo único que podía decirles a esos hombres que intentaban seguir a su príncipe.