—¿Natanael? Qué grata sorpresa. ¿Necesitas algo? —preguntó Arizona al cerrar los archivos en los que había estado trabajando.
—Sí, lo necesito —Natanael se sentó frente a ella, sus ojos ya de un azul hielo, y Arizona supo de inmediato que estaba allí solo por negocios y no por charlas innecesarias.
Ella se enderezó y lo miró directamente a los ojos.
—¿Qué es? —preguntó ella.
—Estoy aquí por respuestas a algunas de mis preguntas muy simples —dijo Natanael antes de chasquear los dedos, teletransportándolos a un dominio oscuro.
Arizona levantó las cejas cuando se percató de que sus sillas flotaban en el aire mientras nubes oscuras y rojas los rodeaban.
El sonido de los truenos resonaba con sus emociones, y Arizona miró la tonalidad rosada del cielo, las hojas secas en los árboles y un río negro y extraño que fluía debajo de ellos.