—¿Estás bien, mi amor? —Artemis caminó hacia Hera, quien yacía en la cama y asintió suavemente con la cabeza.
—Nos está pasando factura. ¿Deberíamos regresar al mar? —Artemis preguntó, mirando a Marianna que estaba parada en la esquina de la habitación con una sonrisa de labios apretados.
—No me miren a mí. Yo les dije que no era la mejor idea en la caja —Marianna salió de la habitación, y Artemis miró la pálida expresión de Hera.
No era fácil.
Ella estaba usando continuamente su belleza de sirena para entrar a clubes y obtener información sobre todas las personas que tenían en la lista mientras ocultaba sus poderes de sirena al mismo tiempo.
Hasta ahora, habían logrado revisar a 30 personas en la lista, y ninguna de ellas estaba asociada con esa bruja que podría estar viviendo entre vampiros con algún tipo de disfraz.
Artemis miró la lista que estaba clavada en el tablón de anuncios cerca de la cama y apretó los dientes cuando Hera tosió fuerte.