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Hacía frío. Estaba oscuro. Como si alguien hubiera tomado algo de dentro de ella. Alguien había matado algo o atrapado algo dentro de ella y se había ido todo su calor.
Eso era exactamente lo que Elliana estaba sintiendo en este momento. Las energías de las que una vez tuvo miedo, el brillo, el control del chakra que una vez tuvo problemas para controlar, todo estaba perdido. Habían desaparecido o estaban atrapadas, no sabía qué les había ocurrido, y una lágrima rebelde resbaló de la esquina de su ojo.
—Estás despierta, princesa —las palabras de Sebastián llegaron a sus oídos, y ella levantó sus ojos llorosos hacia él. Toda la confianza que sus poderes solían hacerle sentir, todo estaba perdido, y tragó saliva antes de asentir vagamente y mirar hacia otro lado.
Elliana se sentía como si no estuviera en su propio cuerpo, como si este fuera el cuerpo de alguien más, y apretó sus manos sobre el edredón.