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—Mmmm —las manos de Elliana se cerraron aún más alrededor de lo que pudiera agarrar, y en este momento resultaron ser los muslos de Sebastián.
Su asalto no se detuvo, más aún, su mordisco se hizo más intenso mientras sus labios rodeaban la zona. No importaba cuánto gemía o se retorcía bajo su agarre, él no paraba, y los dedos de los pies de Elliana se curvaban con las sensaciones.
Era como si cortas olas de electricidad viajaran por dentro de su cuerpo, solo que en este caso le estaban brindando placer.
Era difícil describir lo que sentía en este momento. Era como si dos gruesas agujas se hubieran clavado profundamente en su piel, solo que en lugar de dolerle terriblemente como deberían, estas agujas le enviaban escalofríos extraños por la columna y le hacían curvar los dedos de los pies.