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—Aquí, gira así. Simplemente disfruta el proceso, mi rayo de sol —Nath sonrió mientras Elliana comenzaba a enfocarse más en el patinaje sobre hielo que en su dolor.
Ahora que veía los esfuerzos de Elliana, y cómo hacía su mejor esfuerzo para deslizarse sobre el hielo como él, podía entender por qué ella había desarrollado recuerdos tan hermosos con Sebastián.
Él fue el primero en enseñarle a bailar salsa. La tocó de manera íntima y suave, llevándola a nuevas alturas y haciéndola aprender algo que le interesaba.
Sebastián fue paciente con ella, e incluso después de tantos errores, nunca perdió la calma con ella. Era inevitable que ella se enamorara de sus maneras y cuidado. Cualquiera con una mente sana y un corazón que funcione lo haría.
A pesar de que odiaba a Sebastián porque él estaba ocupando el lugar que le correspondía, Nath sabía que de alguna manera Sebastián la había salvado de sus demonios y de esa astuta familia a la que Arizona había obligado a Elliana a entrar.