—¿Dónde está ella? —preguntó Lucas tan pronto como despertó de su estado inconsciente, y Sebastián, que estaba completando los trámites para su subordinado más leal y cercano, levantó la mirada.
Ya estaba harto de los pensamientos de esa chica insolente y ahora, en vez de saludarlo, ¿lo primero que su subordinado preguntaba era sobre esa chica?
Qué broma. Sebastián pensó pero no dijo nada.
Ambrose miró a su jefa antes de aclararse la garganta.
—Ella se fue —dijo Ambrose casualmente, pero nunca había pensado lo que Lucas haría a continuación.
Observaron sorprendidos cómo Lucas arrancó el suero de sangre de su mano, las gotas de sangre goteando de su mano y de la aguja al suelo.
Ambrose observó horrorizado mientras veían a Lucas caminando hacia la salida.
—¡Lucas Pablo! ¡Detente aquí mismo! —La fría voz de Sebastián resonó en la habitación del hospital, y Lucas se congeló en su lugar.