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Al día siguiente
—Señorita Zoya, ¿el Príncipe ya se fue? —preguntó Elliana a la cuidadora, sintiéndose un poco paranoica.
No le gustaba este sentimiento. Hacía esto desde que se quedó dormida en sus brazos. Ni una sola vez había regresado para hablar con ella o cuidarla o lo que fuera que quisiera hacer.
Tampoco estaba allí para dormir. Ni una palabra de él, nada.
Y sin él, todo se sentía vacío. La habitación, el palacio, su corazón, la existencia, todo parecía como si no tuviera sentido.
Lágrimas brotaron en sus ojos cuando la Señorita Zoya asintió suavemente, y ella se obligó a ocultar rápidamente las emociones.
—¿Es así? —asintió Elliana tímidamente antes de darse la vuelta y comenzar a caminar hacia las escaleras para volver a su habitación, más bien, empezó a cojear hacia su habitación.
—Princesa, déjeme ayudar
—No. Quiero estar sola por un tiempo —dijo Elliana cortantemente antes de suspirar y forzar una sonrisa en su rostro, justo como solía hacer.