Era silencio. El tipo de silencio que ensordecía sus oídos. Alcinder y su grupo de amigos se miraban unos a otros, algunos respirando superficialmente, mientras algunos contenían su respiración por temor a lo que sucedería a continuación.
—Puedo escuchar sus corazones tamborileando en su pecho. ¿Por qué ustedes chicos tienen tanto miedo de mí? Solo me hace pensar que tienen miedo de ser descubiertos —Sebastián sonrió con suficiencia detrás de su máscara cuando sintió que todos incrementaban aún más el ritmo de sus corazones.
Le gustaba. Como Lucas había advertido a todos antes, el diablo se alimenta del miedo, y le gusta el sabor de este.
—Entonces... ¿debería empezar por este lado o por este lado? —Sebastián inclinó su cabeza.
Se dio la vuelta y agarró una larga tubería de acero antes de doblarla como si no fuera nada.
Tap.
Tap.
Tap.
Él golpeaba el suelo con la tubería de acero, cada golpe haciendo que el corazón de todos latiera aún más fuerte.