Esong se acercó al río que fluía y ella lo siguió. Intentó rodearlo, con la esperanza de que él mirara en sus ojos y la viera como era ahora y no como la mujer que solía estar allí.
Cuando intentó rodearlo, se resbaló en un pequeño sendero de barro. Su pie izquierdo salió primero, arrastrando el resto de su cuerpo con él y la gravedad hizo el resto porque casi se cae. Se habría caído al agua si él no la hubiera agarrado por la parte de atrás de su camiseta y la hubiera levantado.
Aunque él la salvó, a Escarlata no le gustaba la manera en que la estaba levantando. Era similar a un pequeño gatito siendo llevado en la boca de su madre. Adler también la había llevado de esa manera una vez. ¿Por qué seguían levantándola en el aire con un brazo como si no pesara nada?
—Ten cuidado —le dijo Esong.
—Jeje —se rió—, ¿puedes bajarme ahora? —le preguntó.