Escarlata sonrió a las dos mujeres y al niño cuando salieron de la casa. Ellos se estaban poniendo vestidos de verano, la más joven eligió el vestido azul mientras que la mayor escogió un vestido marrón con pequeños círculos blancos alrededor de los brazos. El niño también se había cambiado, llevaba pantalones cortos negros y una camisa roja.
Se dio cuenta de que no llevaban su ropa consigo y se preguntó si la habían dejado en la habitación o tenían brazaletes de almacenamiento.
—¿Cómo se sienten ahora? —preguntó cuando se le acercaron.
—Mucho mejor, gobernanta —respondió la mujer mayor a Escarlata—. Muchas gracias por el cambio de ropa, lo apreciamos enormemente, su gracia hacia nosotros ha sido asombrosa.
Era tan educada y elocuente como una mujer que hubiera sido criada en una casa noble con profesores que le enseñaron decoro.