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Lamentablemente para Escarlata, las deidades no tenían planes de reunirse con ella ese día. Sabían que venía, por lo que Carnelia llevó a Lanta al castillo de la antigua deidad al cual los segadores no podían acceder aleatoriamente.
Allí arriba, observaron a Escarlata y sus sabuesos dirigirse al palacio de Carnelia en lo que sería una visita inútil.
La deidad anciana estaba descontenta con la situación y lo hizo saber, en voz alta.
—Así que, a esto nos hemos reducido. Deidades todopoderosas y magníficas, escondiéndonos de un pequeño segador —dijo la deidad anciana con desdén—.
—Ni siquiera nos hemos escondido de nuestros compañeros dioses —dijo Carnelia con asombro—.
—Bueno, ¿alguno de ustedes está preparado para compartir nuestras teorías actuales que ni siquiera hemos compartido entre nosotros con ella? —preguntó Litia a los otros dos—.
Escarlata estaba buscando respuestas y no se detendría hasta obtenerlas de algún lugar.