Si alguien le hubiera dicho a Beord Su que algún día iría a un club y sería seducido por una extraña mujer con los ojos naranja más hermosos que había visto jamás, los habría llamado locos.
Pero aquí estaba, no solo en un club sino en un reservado dentro del club, sentado nerviosamente en una silla mientras esperaba a que la mujer que balanceaba sus brazos dijera algo.
Parecía tener prisa, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—No hablas mucho, ¿verdad? —le preguntó ella cuando finalmente habló.
Esa sonrisa misteriosa en sus labios que tenía cuando se le acercó seguía muy presente en su rostro. ¿Por qué sonreía tanto? se preguntó él.
¿Y por qué no podía dejar de mirar su sonrisa?
Agarró una botella de vino en el reservado, la abrió y bebió directamente de ella.
—No —masculló su respuesta.
La mujer se apoyaba en un monitor en el que había bajado el volumen de la música.
De repente, lentamente caminó hacia él y se sentó en la silla lo más cerca posible de él.