Aunque su cuerpo estaba inmovilizado en un lugar y no podía moverse, su boca aún funcionaba.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó—. Detén esto.
Se sentía un calor en el abdomen, como si la diosa le estuviera inyectando fuego y eso la incomodaba mucho. Podía sentir algo moviéndose en su estómago, y eso la asustaba aún más.
Su educada súplica no funcionó, lo que enfureció a Escarlata. El hecho de que ella fuera una deidad no le daba el derecho de jugar con su cuerpo como le rogaba.
—Deténlo —gritó y su cuerpo se iluminó, cubierto enteramente en llamas verdes, y las dirigió hacía Carnelia. Esto obligó a una sorprendida Carnelia a soltarla.
En ese mismo momento apareció Severo y teletransportó a Escarlata, llevándola al inframundo y dentro del Palacio de Lítia.
—¡Lítiaaa! —rugió su nombre lleno de ira inmediatamente.