Las manos de Emory fueron agarradas con fuerza y ella fue atada a la cama por las enfermeras quienes actuaban como si no les importara todos sus gritos.
—¿Qué delirios? ¿Me están llamando loca? Ustedes estúpidos imbéciles...
—Señora Emory, los delirios de grandeza son muy peligrosos y necesita ser restringida por su propia seguridad. —le dijo el Profesor Sham.
Emory no entendió una palabra de lo que el profesor Sham dijo y siguió forcejeando. —Esong, Esong, deja de ignorarme. Mira hacia aquí, mira lo que estos lunáticos le están haciendo a tu madre. —gritó ella.
Lamentablemente para ella, la única manera de que Esong pudiera dar la vuelta era si alguien lo tocaba en el hombro o si su brazalete y sentidos le alertaban sobre una fuente cercana de peligro.
—Señora, si no se calma podríamos enviarla a la nueva unidad psiquiátrica. —la amenazó el Profesor Sham—. Debe calmarse y recibir tratamiento para que pueda irse tan pronto como sea posible.