Escarlata estaba segura de que esta no era una conversación que estos dos debían tener en un lugar tan público. Para empezar, cualquiera podía entrar y escuchar a escondidas, tal como ella lo estaba haciendo, y además, estaban bloqueando la entrada. Era lo suficientemente ancha para que al menos diez personas pasaran al mismo tiempo, pero estaban parados justo en el medio, lo que la incomodaba, especialmente porque de alguna manera se había acercado más a ellos de lo que pretendía.
—Oh, chico —pensó en su mente—. Debería toser o algo así.
—Me disculpé cuando...
—¡No! —Amara gritó fuerte y levantó sus manos a su cara en un gesto frustrado y Escarlata estaba completamente insegura de si iba a llorar o gritar.
—Disculpen, chicos —Escarlata también gritó, con una voz que sonó más fuerte de lo que pretendía.