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La persona que decía que lo tenía bajo control no estaba ni en un mecha ni llevaba armadura, lo que hacía su declaración en voz alta aún más ridícula. Matar bestias mutadas era el papel de los guerreros mecha, no de los civiles.
Un guerrero mecha atrapó al simio blanco por la pierna y lo lanzó al aire. Debía pesar alrededor de seiscientas libras a juzgar por su tamaño, pero para el mecha era tan ligero como una pelota de tenis. En el aire, más guerreros mecha intentaron dispararle con ansiosas pistolas de energía, lo que lo debilitó pero la bestia no fue asesinada. De hecho, estaba enfurecida y al aterrizar de nuevo en el suelo, se lanzó sobre el guerrero mecha más cercano, golpeando el mecha con toda su fuerza.
Las armas habían fallado y así que otro guerrero mecha usó un gran martillo para golpear al simio blanco. Éste gritó y lanzó ese mecha lejos, más guerreros mecha en esta sección iban llegando, todos con el objetivo de matar a la bestia.