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Esta vez, fue Raylen quien quedó atónito ante la noticia, y sus ojos se estrecharon lo suficiente como para hacer que el diablillo se encogiera. Las llamas de las antorchas parpadearon, como si el temperamento del Archidemonio estuviera afectando su intensidad.
—¿Y quién es el responsable de llevarse el alma de mi madre? —preguntó Raylen en voz baja.
—T—Todavía están buscando a los culpables que liberaron las almas, incluyendo la de tu madre. El resto de las almas están siendo capturadas. No se sabe si fue un acto dirigido o uno al azar —murmuró.
—Nada es nunca al azar en el mundo en el que vivimos. Todo es un movimiento calculado y orquestado hacia algo más grande —las palabras de Raylen fueron tajantes, e incluso Emily pudo detectar la ira en su tono—. Las almas encarceladas donde ella estaba retenida eran todas insignificantes. A nadie le habrían importado —murmuró.
Emily solo podía imaginar que el Diablo estaba tratando de cazar a la persona que los había liberado.