Emily miró dentro de sus ojos negros, que parecían doloridos. Desde que llegó a la mayoría de edad, había anticipado con ilusión el encuentro con su alma gemela, alguien que realmente la entendería y la amaría. Sin embargo, en este momento, se sentía confundida. Insegura de si él estaba al tanto de la situación, murmuró:
—Somos almas gemelas el uno del otro.
—Lo descubrí —afirmó el hombre rubio desde donde estaba.
Así que él lo sabía, pensó Emily para sí misma. Frunció el ceño antes de preguntar:
—Entonces, ¿por qué no viniste y hablaste conmigo? —Se preguntaba cómo olería ella para él, y todo lo que quería era cerrar la distancia que había surgido entre ellos antes de que siquiera hubieran intercambiado una palabra.
—Ahí estás.