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Shi Tian Xan y los otros líderes de secta a su lado estaban atónitos. Sus párpados temblaban. Nunca habían visto un comportamiento tan torpe de este gran ancestro antes.
—¿Qué está haciendo? —El líder de la secta de la Espada Creciente Dorada entrecerró sus penetrantes ojos.
—¿Líder de la secta Xan, puedes explicarnos esto? —El líder de la secta Paraíso Verde acarició su barba blanca en duda.
—¡Ni idea! —respondió Shi Tian Xan sin expresión.
Los labios de todos se torcían. ¿No podrían al menos darnos un poco de convicción?
—Recuerdo, ¡es la chica que salvó a mis discípulos del reino secreto de Congzhu!
Pronto, algunas personas comenzaron a reconocerla, y su insatisfacción disminuyó bastante, reemplazada por una falta de certeza.