Nan Hua nunca podía entender cómo los sirvientes podían pasar horas solo para arreglar a alguien. Afortunadamente, ella principalmente entrenaba en la residencia, por lo que los sirvientes no usaban maquillaje y ataban su cabello en un diseño bastante simple. La ropa que escogió también era una que le permitiría moverse con facilidad.
La temperatura se había vuelto mucho más fría y los sirvientes estaban todos vistiendo ropas más gruesas. Todavía tenían que trabajar, así que no tenían más opción que enfrentarse valientemente a la amarga temperatura y continuar trabajando.
El Pabellón Ning Shu seguía tan tranquilo como siempre. Solo estaba Tong, que entraba y salía para hacer lo que el Anciano Maestro Nan le había encomendado. Cuando el mayordomo vio a Nan Hua, rápidamente se inclinó.
—Señorita Joven —dijo él.
—¿Está Abuelo adentro? —preguntó Nan Hua.
—El Maestro Viejo está dentro. ¿Quiere que la acompañe? —ofreció el mayordomo.
—No es necesario —respondió ella.
