Los ojos del comandante brillaron cuando escuchó lo que dijo Nan Luo. —¡Un niño que todavía está mojado con la leche de su madre seguro que no conoce el miedo!
¡Clang! ¡Clang!
Los dos chocaron y Xiao Yan aprovechó la oportunidad para reunir a los soldados de vuelta al grupo. Como Nan Luo ya no avanzaba, los soldados lograron alcanzarlo.
—¿Qué deberíamos hacer ahora? —murmuró Xiao Yan cuando vio que un gran número de soldados enemigos se acercaba.
—Protejan a esos dos. Dejen que tengan su duelo —Nan Hua sabía que solo a través de la forja Nan Luo se haría más fuerte. El comandante tenía más o menos la misma fuerza que él, por lo que sería el compañero perfecto para entrenar para Nan Luo.
—¿Qué? —Xiao Yan estaba atónito.
¡Swish!
En un abrir y cerrar de ojos, Nan Hua había desaparecido de su posición y se lanzó hacia el otro lado. Los soldados del Reino de Wei Da no pudieron seguir su movimiento ni un poco mientras caían uno tras otro.
