—Ya no existía el Nan Luo sencillo y cálido.
—Cuando el soldado escuchó lo que Nan Luo dijo, su corazón se sintió como si hubiera sido empujado al fondo del abismo. Miró al joven con incredulidad, sin entender cómo era posible que alguien que parecía un niño lo derrotara en menos de un momento.
—¿Cómo?
—No... eso no es lo que yo...
—¡Bang!
—¿Qué pasó aquí?
—Nan Luo miró hacia el lado y vio a un hombre vestido con armadura acercándose hacia él. Supo de inmediato que la persona frente a él era un comandante. Era la misma presión que sintió hace casi tres años cuando siguió a su abuelo a la frontera.
—Pero la presión ya no funcionaba con él.
—Había trabajado incansablemente durante los últimos tres años, asegurándose de haber cubierto todas sus debilidades. De ninguna manera quería repetir la miseria de no poder hacer nada cuando Feng Ao Kuai y Nan Hua lo protegían amargamente.
—Esta vez sería él quien estaría al frente.
—Como líder, como su hermano, y también como él mismo.