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—Jenkins… ¿alguna vez me amaste realmente?
La voz de Peter temblaba ligeramente, y Jenkins parpadeó, sorprendida de que él hiciera tal pregunta en ese momento. Luego, un destello de memoria: recordó cómo, en la reunión de Horton, Gavin había preguntado algo similar a Selena.
¿Era verdad que los hombres eran en el fondo niños, aferrándose a las esperanzas hasta el final?
Los labios de Jenkins se curvaron en una pequeña sonrisa dolorosa. —Cada paso de nuestro encuentro fue planificado. No puedo negar eso. En cuanto al amor… no quiero mentirte.
Después de esas palabras, cayó en silencio. Pero todos allí—Peter, Keira, Erin—podían fácilmente inferir las palabras no dichas: No quiero mentirte. No te amo.
Después de todo, si lo hubiera amado, no habría necesidad de mentiras.
Peter soltó una risa seca y amarga. —Ni siquiera me amas. Entonces, ¿qué elección hay que hacer?
Se volvió hacia Keira y habló firmemente: