Oliver se paralizó.
La anciana señora Horton rompió el silencio. —Cuando nació, estaba conectado a tubos, acostado en la UCI. Después de dos meses en la incubadora, el día que finalmente lo trajimos a casa, intentaste estrangularlo. Pusiste tus manos alrededor de su cuello, luego presionaste una almohada contra su cara. ¡Oliver, era solo un bebé! ¿Cómo pudiste ser tan cruel?
El rostro de Oliver se torció de ira. —¡Esto es culpa tuya! Siempre te interponías. Cada vez, me atrapabas antes de que pudiera terminarlo. ¡Si no lo hubieras hecho, las cosas no serían así!