Todos volvieron la cabeza y vieron una fila de coches llegando para la procesión de la boda, deteniéndose en la entrada.
Se abrió la puerta del coche líder, y Ellis, vestido con un traje, se bajó con una expresión oscura en su rostro.
Al verlo, María parpadeó incrédula y gritó interiormente.
Ella pensó que él no vendría.
Ellis se acercó a ella, ignorando a la gente a su alrededor.
La mano del padre de María se congeló en el aire antes de que la bajara apresuradamente y después sonrió de manera servicial. —Señor Ellis, ¿hubo algún embotellamiento en el camino?
Él estaba inventando una excusa para Ellis.
Pero Ellis solo sonrió con desdén, diciendo planamente:
—Me desperté tarde.
En efecto había en su rostro una mirada de fatiga como si no hubiera dormido toda la noche. Se veía algo demacrado. Cualquiera con ojos podía ver su desagrado con el matrimonio.
Aun así, después de todo, había venido.