Keira no le importaban esos cinco millones.
Después de todo, el dinero que debía Finley era todo gracias a sus maquinaciones. Ese dinero, finalmente, acabaría de nuevo en sus manos.
Finley bajó la voz:
—Entonces envíame el dinero ahora.
Keira entrecerró los ojos:
—Cuéntame el secreto primero.
—¡De ninguna manera, dame el dinero primero!
...
Keira Olsen conocía muy bien el carácter de su tío.
Se atrevió a pedir cinco millones a Isla por un solo secreto, lo que significaba que el secreto valía mucho más que eso. Keira recordó la última vez que dio un depósito de doscientos mil. Si enviaba el dinero ahora, él no le diría la verdad.
Keira se burló:
—Si no quieres vender, entonces olvídalo.
Habiendo dicho eso, esperó en silencio.
Como era de esperarse, Finley se desesperó:
—¡Lo venderé! ¡Lo venderé! ¡Keira, por favor ayúdame! ¡No puedo devolver su dinero, y están a punto de matarme! ¡Estoy escondido en los suburbios y no me atrevo a mostrar mi cara!