Después de caminar por horas, Altea, Sheila y Fufi finalmente encontraron otra cueva para descansar.
Aun si moverse era tortuoso, no tenían otra opción más que cambiar de lugar.
La cueva que encontraron era pequeña, con una entrada apenas lo suficientemente grande para que pudieran entrar agachándose.
Ella encendió su linterna solar para asegurarse de que no hubiera sorpresas antes de montar formalmente el campamento.
Sheila inmediatamente preparó sus utensilios de cocina e hizo fuego para cocinar otra comida, pero esta vez cubrieron la apertura de la cueva con esteras. También eligieron alimentos con un olor suave por seguridad.
Fufi se acostó junto al pote, mientras Altea se sentaba contra la pared, pensando en su camino hasta allí.
De hecho, el sistema les había dado un mapa de referencia, pero los únicos lugares disponibles eran aquellos en los que la persona había estado personalmente.