Guardianes : El sello de los tiempos

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Synopsis

Chapter 1 - Prólogo.

Puedo oír pasos desesperados rondando por el castillo "no te asustes, todo saldrá bien"

Resuena en mi mente la voz de mi padre.

"El día es como la noche, y la noche es luz como el día"

Repito en un murmullo que se pierde con los gritos de los soldados que gritaban...

— ¡Están ahí!—

— ¡Fuego!—

— ¡No dejen que entre al castillo!—

"¡Señor de los tiempos, guárdanos del mal!" rezo como mi madre me había enseñado hace tiempo. Podía oler el humo del fuego que ardía en la ciudad. Hoy, un día que parecía normal, pensaba en salir a cabalgar con mi padre, ir al templo con mi madre y orarle al señor de los tiempos Diamurgos.

Pero mi corazón se acelera sintiendo frío, fue extraño, el sol estaba en medio del cielo pero aun así, el frío llegó a mis espaldas y el cielo poco a poco se fue oscureciendo. Fue cuando mi madre y toda la gente a mi alrededor gritaron asustados, mi madre estaba aterrada y me tomó en sus brazos, estaba confundida, a mis doce años, podía entender que era algo peligroso y que solo los adultos podían resolver. Bueno, creía en mi padre, quien tenía la fama de ser un héroe, uno con poder para que los reinos cayeran ante él. Pero... Todo cambiaría.

Mi corazón se acelera lentamente, estoy oculta en la torre más alta del castillo. Está oscuro, no puedo ver nada, solo algunas siluetas de muebles empolvados, normalmente es aquí donde los sirvientes guardan y desechan las cosas que mi padre no deseaba. Escucho los pasos de alguien corriendo por el pasillo, y cada vez se hacen más fuertes y cercanos. Trato de aguantar la respiración, pero cada segundo se acelera. No quiero ver. Cierro los ojos y pongo las manos en mis oídos. No quiero escuchar.

Ahora solo escucho los latidos de mi corazón, siento el frío en mi cuerpo.

"¡Señor de los tiempos, por favor, ayúdame!" recé en silencio.

De pronto, no escucho nada. Abro los ojos de nuevo y todo sigue igual. Destapo mis oídos y no escucho nada. Pero aun así, siento que algo no anda bien.

— ¡Princesa!— la puerta se abre de golpe, grito con toda la fuerza que tengo.

— ¡HAAAAAAA!— estoy aterrada, solo me quedo inmóvil sintiendo que salen lágrimas de mis ojos.

— ¡Tranquila, soy yo, Edwin!— la figura de un niño conocido puedo ver, tras la luz de las antorchas alumbrando desde sus espaldas.

Dejo de estar asustada y lo miro.

—Su padre quiere que la lleve con nosotros, por favor, venga conmigo — me extendió su mano y yo la tomé. Su cabello largo hasta su mandíbula, rubio y de ojos verdes.

— ¡Tiene que correr, vienen por usted!— gritó cuando empezamos a correr.

Corríamos por el pasillo de la torre, bajamos las escaleras y el fuego se hacía evidente. Habían entrado, la plaga más tenebrosa de todo Arle.

— ¿Dónde están?— pregunté, pues los soldados y guardias reales veían a todas partes, incluso en el techo.

— ¡No las veo!— gritaron los guardias.

— ¡Solo corra!— dijo Edwin.

Bajando al salón principal mi madre y mi padre esperaban con una tropa lista para marchar.

— ¡Hija, sube al caballo!— dijo mi madre preocupada y con lágrimas en sus ojos.

Mi padre estaba sobre un corcel, no quise preguntar el cómo había entrado un caballo, pero me hice la idea de que entró por las puertas principal, dónde estaban más grandes.

— ¿Qué pasa papá?— pregunté mientras me cargaba sobre sus brazos y después me colocó delante de él tomando las riendas del caballo.

—Todo está bien hija, debemos irnos por ahora. —

Miré a mi madre y después miré a Edwin quien parecía estar aún sin montar un caballo.

— ¿Edwin vendrá conmigo?— pregunté.

—Él tiene que ir con su padre, después nos alcanzará — dijo mi padre.

Mi madre se acercó y le dio un beso a mi padre. 

—Ve al puente de piedra, en el valle cerca del bosque — dijo mi padre.

— ¡Si!— contestó mi madre llorando.

Un viento helado junto a unas risas agudas e inquietantes se escuchó en el salón. Mi padre miró al techo mientras el caballo relincho y parecía algo asustado. Los guardias se pusieron alertas y mi madre miró a sus espaldas. Incluso Edwin saco su espada corta que tenía en sus caderas. Todos estaban alertas, sabían lo que pasaba menos yo.

— ¡Dame El cello! — gritó una voz más gruesa y aterradora, pero sabía que era de una mujer. Después, una luz verde, un verde muy opaco se dirigía a nosotros desde las oscuras puertas que conducían a la torre. La luz impactó en los soldados y empujó al caballo.

— ¡Papá, HAAAA!—

— ¡Princesa!— gritó Edwin.

— ¡Román!— gritó mi madre a mi padre.

Y desde el fondo, una figura atractiva, con un vestido rojo con negro, y un objeto en sus manos aparecía desde la oscuridad.

Su cabello era liso y negro. Sus ojos cafés y unos labios rojos. Su piel era blanca, muy blanca.

—parece que la familia se reunió, pero... Tú no eres de la familia — dijo la mujer caminando hacia nosotros, se veía confiada y segura de su misma.

Los soldados se pusieron delante de nosotros, y mi madre corrió hacia mí.

— ¡Corra, llévela a otra parte!— gritó Edwin.

Mi madre me cargó y comenzó a correr. Miré sobre su hombro la mujer, había cambiado, sus ojos brillaban y parecía tener un aspecto más horrible, me llenó de miedo, tanto que empecé a temblar y no quería ver más. Era una bruja, mi madre me había contado sobre ellas. Son mujeres que se han inclinado a las artes oscuras, son horribles, y normalmente comenten actos muy horribles.

¿Por qué me buscaban a mí?

Su barita, el objeto que tenía entre sus manos, parecía tener dos hilos de luz verdes recorriendo todo su cuerpo hasta la punta, era como ver una niebla brillante que iba desde las manos de la bruja hasta la punta de la barita. Después, seguido de un gruñido por parte de la mujer un haz de luz verde atacó contra nosotras.

Pero los guardias se interpusieron con escudos y espadas. La luz había derretido los escudos y las espadas, y por los alaridos de los soldados, supongo que a ellos también los derritió. Más no pude ver, pues habíamos logrado salir de ahí con vida. Mi padre, no puede saber más de él. El miedo me invadió por pensar en no volver a verlo.

— ¡Mamá! ¡Hay que ir por papá!— grité.

— ¡Él está bien, debemos estar a salvo, él nos dará tiempo!— dijo mi madre. Fuera del castillo, todo estaba en llamas. Y había luces de colores que surcaban los cielos. Había risas aterradoras, todas femeninas. Eran las brujas.

Las casas, los árboles, todo estaba en llamas. Una luz de color amarilla impactó desde el cielo sobre un establo donde habían ovejas gritando por ayuda. La luz hizo una exposición y destrozó todo el establo junto a las ovejas.

— ¡Ahí está!— se escucharon las voces y las brujas comenzaron a seguirnos. Mi madre desesperada corrió todo lo que pudo, nos dirigíamos al bosque.

EDWIN

Las artes oscuras, me habían hablado sobre eso en la biblioteca oculta de Arle. No era bueno estudiando, tampoco recordando todo, pero si podía estar seguro de algo, las brujas, son uno de los seres más peligrosos de Arle.

Me puse de pie, Tomé mi espada que con tanto esfuerzo me había ganado hace un mes.

Miré a la bruja, ella estaba algo confundida. Todos los soldados estaban en el suelo, moribundos pero yo seguía de pie.

—Eres un niño extraño, no tienes miedo, y tus heridas son menores — dijo la bruja levantando ligeramente el mentón.

—no, tengo miedo y mucho, pero juré proteger a la princesa desde mi primer día que la conocí — dije.

La bruja quedó en silencio, apuntando a mi pecho con su barita.

— ¡Un exorcista!— dijo la bruja sonriendo. —eres muy joven como para ser uno, ¿Dónde está tu Papi?— preguntó.

— ¡No te interesa!— la voz grave de William sonó detrás de ella al igual que un reflejo luminoso de su espada. La bruja pudo esquivar aquel ataque, y de inmediato atacó lanzando más luces de su barita.

Yo me puse de cuclillas y saqué un talismán que tenía en mi estuche detrás de mí cinturón.

Su símbolo era un sigilo, sin una forma concreta, eran líneas y círculos entrecruzados entre sí. Tomé mi espada y corté una herida en mi palma derecha. Dolía, pero era parte de mi trabajo. Tomé el talismán con la mano herida y la dirigí a la bruja. William estaba luchando contra la bruja, tratando de que su barita no lo tocará.

— ¡Hace tiempo que no me enfrento a un miembro de la iglesia, te mataré lentamente como agradecimiento!— dijo la bruja.

—no planeo morir ahora, ¡Niño ¿Listo?!— gritó William.

— ¡Listo!— grité. La bruja volteo hacia mí, observando cómo le apuntaba con el talismán.

LUCERO.

La niebla cubría el bosque, estaba segura que era la magia de esas brujas. Aun así, mi madre nunca me soltó.

— ¿Qué darías por tu hija?— una voz grave, varonil, más grave que la de mi padre sonó entre la niebla. Mi madre se detuvo. No sé podía ver nada. Mi madre me sostuvo con más fuerza mientras yo solo quería ver de dónde provenía la voz, estaba asustada, no podía hablar, mi pecho me estaba empezando a doler y mi respiración era rápida. Me aferré a mi madre quien empezó a dar pasos en círculos.

— ¿¡Que!? ¿¡Quien anda ahí!?— preguntó mi madre, asustada y con una voz temblorosa.

—soy... ¿Quién soy? Hace tiempo que no lo sé, estuve viajando por los tiempos, por el mundo, y me perdí entre los sueños... "haaaa"— suspiró la voz. Podía escuchar sus pasos pesados como si tuviera problemas para caminar, como el viejo anciano de la biblioteca.

—jamás me pude encontrar... Vago por los sueños para encontrar mi esencia a cambio de los tuyos... Dime mujer ¿Estarías dispuesta a que te olviden por la vida de tu hija?— preguntó la voz.

Mi madre no respondió de inmediato.

—Hace tiempo, mi madre me contaba una historia, de un hombre sin nombre, sin propósito, sin sueños. — mi madre me bajó al suelo.

— ¡Mami!— dije angustiada, no quería que me dejara, tenía miedo de estar sola.

—Tranquila cariño, ya estarás bien — me dijo mi madre con una sonrisa que podía ver, era forzada, para darme confianza y hacerme sentir bien. Y bueno, pude sentirme más segura, pero tenía miedo.

—Ve con William y los chicos, tu abuela debe estar en camino, cuando estés con ella, dile lo que viste — dijo mi madre.

— ¡Estoy dispuesta a ser olvidada, por favor... Salva a mi hija!— gritó mi madre a la niebla. Hubo silencio...

Por unos segundos no escuché nada, no vi nada, estaba segura que estaba con mi madre... ¿Mi...?

¿quien...?

¿Con quién?

¿Qué estaba haciendo?

Estaba segura que estaba con alguien importante... Estaba segura que alguien me protegía... ¿Quién era?

—tranquila pequeña, tienes algo en tu pecho, un poder insuperable... Yo... Que he viajado en el tiempo... Pude verlo—

Unos ojos rojos como la sangre... Sombras a su alrededor, sin rostro, sin nombre. Tenía el espectro de un hombre alto, con gabardina oscura, guantes, botas, sin arma, estaba segura que no la necesitaba. Su rostro cubierto por las sombras.

— ¡Tú serás la madre de la destrucción..!—

EDWIN.

Las brujas huían, y el sol, por fin empezaba a iluminar el cielo después de un par de horas.

El rey estaba muerto, William lo revisó, estaba sin vida. El pueblo estaba desbastado.

—bien niño, debemos encontrar a la princesa... Debe estar con...— William y yo nos miramos por unos segundos... Sabíamos que debía estar con su madre, la Reina pero...

— ¿Qué rayos sucedió?— pregunté.

William parecía asustado, estaba confundido al igual que yo... Y solo una pregunta se nos vino a la mente.

¿Quién era la reina, la madre de Lucero?

Cuando encontramos a Lucero, en el suelo, estaba inconsciente en medio del bosque, la llevamos de regreso, dónde su abuela, la duquesa del oriente estaba de vuelta. Ella se encargó de Arle por una temporada. Después de algunos días ella se quedaría hasta que Lucero estuviera preparada para reinar. Mientras tanto, William, Eduard, un chico que se nos unió al día siguiente, un chico de cabello castaño, la misma edad que yo, piel blanca y ojos verdes, y por supuesto yo, decidimos cuidar de Lucero, preparándonos para las brujas y... Aquel sin rostro, aquel ladrón que se alimenta de los sueños de la gente, aquel que mora en las sombras. Un ser que desde hace milenios viene a atormentarnos. El ladrón de sueños era real.