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Chapter 4 - Los sentimientos que estoy reprimiendo

Narrado por Kemal Demir

Una semana antes:

Sentado en mi habitación, intentaba leer una novela erótica, pero no pude dejar de pensar en que estaba siendo muy estúpido.

Ni siquiera podía leer más de una página. El libro estaba abierto en mis manos y yo estaba distraído. Descubrí que era demasiado adulto y esta novela era demasiado juvenil. En otra época de mi vida la hubiera devorado, pero esta vez solo podía pensar en mi agenda, que estaba llena desde el día anterior.

Cerré el libro y tomé el último sorbo de café tibio que reposaba en el interior de mi taza. Luego, me levanté del sillón, aflojé la corbata y desabroché mi camisa azul.

-Kemal, la cena está lista - avisó la voz de mi novia casi en el umbral de la puerta.

-Ya voy, cariño- le respondí.

Dejé el libro en algún cajón y me quité los zapatos antes de que ella se diera cuenta de que había entrado con ellos. No le gustaba tener el polvo de las calles en los pisos, así que iba a ser mi fin si llegaba a enterarse.

El teléfono de la habitación timbró y me moví a la mesita de noche para descolgar.

-¿Hola?- dije.

-Hola, Kemal- saludó una voz masculina. La reconocí de inmediato, era la voz de mi mejor amigo Emir.

-¿Cómo estás?- sonreí. - Tenía semanas sin escuchar tu voz.

-Estoy bien- respondió. - He estado llamando a tu número de celular pero nadie me contestaba.

-Mi celular se descompuso hace una semana y no había tenido tiempo de arreglarlo, así que compré otro y cambié mi número. Todavía me faltan algunos números por recuperar.

-Entiendo. Espero que no estés ocupado. Perdona la molestia, solo quería hablar contigo de algo importante.

-No, no es nada. Ahora tengo todo el tiempo libre-respondí. - Intentaba leer una novela erótica de esas que leíamos antes y no pude.

Rió.

-¿En serio?

- Sí. - afirmé. - Cuéntame. ¿Qué es lo importante que querías decirme?

-Mi padre quiere que maneje la presidencia, así que quiero que vengas. Te daré un puesto en la empresa, Kemal. ¿Qué dices?

Me quedé en un silencio sepulcral. No podía regresar a Estambul, no podía, incluso quería evitar a toda costa a su esposa.

Cometí muchos errores cuando era un adolescente y cuando entré a la adultez, y no estaba orgulloso. Sentía una especie de culpa, así que este alejamiento de mi familia sería mi penitencia. Escogí alejarme de la mujer que siempre amé y eso, sin lugar a dudas, fue lo más difícil que me tocó hacer.

-No puedo simplemente ir y dejarlo todo aquí-le respondí. - Ya tengo toda una vida aquí y no puedo dejarlo todo.

-Kemal, sabes que esta es una grandiosa oportunidad- insistió - En el testamento del viejo Murad decía que todos sus hijos varones adoptivos debían trabajar en la empresa. De la única manera en la que obtendré la presidencia es si todos ustedes trabajan. De lo contrario, no. Eres un socio mayoritario y tu lugar está aquí, en Estambul.

-Emir yo no puedo ir- negué nuevamente rogando para que desistiera de su propuesta. En cambio, no le di ninguna razón más convincente para probar que no podía dejar la vida que tenía.

La vida que tenía era pasiva. No ejercía mi carrera de abogacía. Solo era un fotógrafo profesional en Londres. Cuando vivía en Nueva York sí ejercía. Incluso trabajaba para un bufete de abogados importante. Ahí conocí a Samira Yilmaz, una mujer increíble y hermosa. Nos conectamos de inmediato y nuestra relación había avanzado muchísimo. Luego renuncié a la firma y quise que mi vida fuera más privada. Aunque no lo logré porque siempre existían personas del medio que me acosaban por ser uno de los herederos del imperio del difunto Murad Yildiz. A pesar de que quise alejarme y ser una persona que no dependiera de esa fortuna, esas personas no me dejaban tranquilo; inclusive tuve que eliminar mis redes sociales.

-¿Vas a dejarme solo en esto? Vamos hermano-me animó-, no me hagas esto. Sabes que siempre he pensado en ti para este puesto, pero estabas trabajando en ese bufete. Ahora quiero aprovechar que renunciaste y contratarte en el puesto que mereces.

-Emir... Yo... no sé si pueda. Quiero tomar un descanso del trabajo. Samira y yo...- miré a la puerta con sigilo. - Nos vamos a casar. Bueno; todavía no se lo he pedido... Pero estoy seguro de que me va a decir que sí.

Esas palabras las dije en un murmullo, ya que ella no tenía conocimiento de eso. Además, se lo iba a pedir esta noche y la llevaría a algún lugar bonito después de la cena que ella se animó a hacer, a pesar de que le rogué que lo hiciéramos fuera.

-¿En serio? Si quieres, puedes hablarlo con ella y plantearle la situación. De verdad te necesito aquí, hermano. No tienes que responderme hoy, solo piénsalo.

-Está bien, lo pensaré.

No podía dejar de pensar en lo que había hablado con Emir. Ni siquiera probé un bocado de la cena, que parecía estar deliciosa, así que mi novia estaba desconcertada y curiosa por saber qué me tenía tan distraído.

Sabía que Emir no se iba a dar por vencido y odiaba que fuera tan persistente. Demonios, yo no podía regresar a Estambul y estar cerca de esa mujer nuevamente. Tenía mucho miedo de caer, de tirar nueve meses de relación por el retrete. Sin embargo, yo ya no era el mismo adulto joven que se dejaba llevar por sus sentimientos, así que creo que no iba a ser un problema, mientras mantuviera mi distancia con ella.

-¿Qué te pasa, Kemal?- acarició mi mano y me obligó a salir de mis pensamientos. Con mi otra mano acaricié la suya y le dediqué una débil sonrisa.

-Emir me llamó... Quiere que vaya a Estambul. Dice que quiere darme un puesto ejecutivo en la empresa - le dije.

Mordió su labio y sus ojos se cerraron, desanimados.

-¿Estás terminando conmigo?- su voz débil quería saberlo, pero no era así.

-Por supuesto que no, cariño - negué y me removí en la silla inclinando mi cuerpo hacia delante -. Quiero que vengas conmigo a Estambul.

Subió la mirada, ahora emocionada sin ningún ápice de desánimo en sus ojos. Me levanté de la silla en la que estaba y ella me miró desde su asiento a la expectativa de lo que iba a pasar a continuación.

Me arrodillé ante ella y abrí la cajita del anillo en frente de sus ojos, los cuales me observaban con tantas emociones; sus ojos se llenaron de lágrimas y posó su mano en el aire esperando mi propuesta.

-Samira, ¿quieres casarte conmigo?

No quería esperar más, quería preguntarle. Al final no la pude llevar a ningún lugar bonito porque ella no quería salir de nuestro hogar. Además, llovía a cántaros fuera y odiaba los días lluviosos y húmedos. No le gustaba salir a la calle con ese clima desagradable.

- Sí, amor, por supuesto que sí quiero- expresó con emoción.

Le coloqué el anillo en su dedo anular y ella lo miró maravillada por la hermosura del diamante negro.

-Me encanta, es muy hermoso- se levantó y tomó mi mano. De pie correspondía a su abrazo eufórico.

-Eres la mujer de mi vida- le dije. La quería mucho y de verdad deseaba casarme con ella. Quería iniciar una nueva vida, tener una familia, y ella era la mujer que me tenía motivado hacer que esto funcionara.

Yo la quería mucho y valoraba cada momento a su lado, era una mujer maravillosa que había llegado a mi vida para hacer de ella un paraíso.

Era introvertida pero a pesar de ello era divertida.

Samira Yilmaz: la hija de uno de los dueños de la firma Yilmaz Andersson Andrade. Una popular firma de abogados en la cual trabajé por cinco años. El último año que trabajé la conocí a ella tras viajar de Estambul para ejercer su carrera empezando de cero. Ella era más joven que yo y estaba recién graduada de la universidad.

Luego de eso, duré aproximadamente nueve meses trabajando para su padre; sin embargo, renunció al bufete por problemas personales con él, que yo desconocía.

Los dos teníamos algo en común; queríamos dejar el pasado atrás porque sin lugar a dudas eso solo nos lastimaba. Me sentía muy orgulloso del adulto en que me convertí: en un adulto responsable con sus errores, defectos y virtudes.

Presente:

El auto que compramos aguardaba en las afueras de la mansión, me detuve porque Samira no se sentía lista y le daba algo de timidez encontrarse con tantas personas. Además que no sabía que podía estar expuesta a cualquier publicación en los periódicos y revistas de farándula.

De verdad que no me gustaba estar en el ojo del espectáculo; sin embargo, por más que quería evitarlo, me perseguía y no me podía seguir escondiendo. Quería ser libre, aunque eso implicara ser una figura pública.

Lo nuestro iba en serio y tarde que temprano el público lo iba a saber. El público que tanto se preguntaba sobre mi vida sentimental y por primera vez me tenía sin cuidado.

-¿Crees que le agrade a tu mamá? - se mostró algo inquieta y mordió su labio.

-Ya le caes muy bien, preciosa- le recordé.

-Sabes que no es lo mismo hablar por videollamadas que hablar cara a cara- negó con la cabeza levemente y se perdió en sus pensamientos, en una especie de trance. Colocó su uña en sus dientes y la mordió en un reflejo de nerviosismo. Acaricié su pierna desnuda, la cual se movía inconscientemente.

-Kemal no quiero hacer el ridículo- hizo un leve puchero -. Sabes que no se me da bien socializar.

-Imagina que llevas un caso- le sugerí -. eres muy buena abogada y te desenvuelves muy bien.

-Es irónico pero cuando me centro en mi trabajo se me olvida la vergüenza.

Reí.

-No te preocupes, yo estaré aquí para salvarte-. me acerqué a ella y besé su frente-. Eres mi futura esposa y te amarán desde el primer día, así como yo lo hice.

Me dedicó una mirada tierna.

-Eres tan romántico que me derrites.

Le besé los labios en una caricia superficial.

-¿Estás lista?- inquirí y apreté con suma delicadeza una de sus manos.

Asintió con inseguridad.

Caminamos por el jardín de la mansión Evliyaoglu- Yildiz.

Observé los alrededores, pequeñas luces blancas adornaban y alumbraban el gran jardín. Personas con cámaras y videocámaras estaban grabando toda la escena de la familia.

-¿Te sientes bien?- le pregunté y ella asintió, un poco más segura.

-¿Crees que pueda ir al baño?

-Por supuesto que sí.

Se soltó de mi mano y se encaminó hacia algún lugar del jardín que estaba apartado, cuyo camino daba a la puerta de entrada de la casa grande.

Las personas del servicio se encontraban en la puerta para recibir a cualquier persona que decidiera entrar, así que no la acompañé hasta la puerta.

Las personas que tomaban fotos no se habían percatado de que yo había llegado y agradecí por eso, sino estaría en un acoso sin fin, vuelto un caos.

Me quedé de pie en frente de una de las fuentes de agua admirando la belleza de la arquitectura y recordando todas las cosas que hice en esta casa.

Cerré los ojos y un recuerdo que creí que había olvidado se instaló en mi cabeza; ella, estaba ahí, debajo de todas las fuentes de agua. Sus pechos se veían por debajo de la camiseta blanca que llevaba puesta; duros, y sus rosados pezones se transparentan con la tela. Su cabello largo, negro y sedoso, mojado. Gotas de agua caían, mientras era empapada por las que descendían lentamente.

Y yo... admirando ese paraíso, ese pequeño juego travieso; esa mirada lujuriosa que me dedicaba, me invitaba a tocar cada parte de su piel, incitándome a hacerla mía en la fuente de agua y sentir esa adrenalina que desprendía ese juego prohibido.

Así lo hice, ahí, en la fuente de agua, la hice mía, a las tres de la mañana; debajo de la luz de la luna y las estrellas; la hice venir tantas veces que la noche no fue suficiente para saciar este deseo desenfrenado.

Cuando estaba con ella no podía parar, eran mis mejores años y estaba en una etapa en la cual mi mente solo pensaba en embestirla, explorar su cuerpo, y desearla con todo mi ser.

Abrí los ojos y saqué la cabeza de mis pensamientos. No podía seguir pensando en ella, debía dejarla en el olvido. Me dije a mí mismo que era normal que recordara todo, porque era imposible olvidar, y más cuando esa persona fue la primera vez de muchas experiencias.

Entonces, cuando volteé, la vi con el pequeño bebé en brazos; observé que movió los labios pero no pude escuchar lo que dijo, solo hacia muecas tiernas y el pequeño bebé sonreía.

Me quedé embelesado observando a esa hermosa mujer. Mi corazón palpitó fuertemente y mis manos comenzaron a sudar. Estaba anonadado y embobado por esa energía femenina que desprendía esa bella mujer.

Le devolvió al bebé a su madre y la expresión de su rostro cambió, parecía que le dijeron algo que no le gustó.

Sonreí. A pesar de la expresión de su rostro incómoda se veía hermosa, tierna y maliciosa.

Cuando la vi con el bebé en brazos desde una pequeña distancia quedé embelesado. Tantos años sin verla a ella. Tantos tiempo viendo nuestra foto de la adolescencia en la clandestinidad y oscuridad de mi habitación. Incontables veces quise devolverme a Estambul solo para hacerle el amor; incontables veces el deseo quiso controlarme; sin embargo, pensé en lo que pasaría si esto llegara a saberse.

Emir nunca me lo perdonaría.

Yo lo traicioné tantas veces porque perdí la razón cuando me acosté con ella.

Ella se volteó para abandonar la charla con la esposa de Murad y cuando lo hizo, sus ojos se encontraron con los míos y mi mundo se detuvo en ese pequeño momento.

Cuando la miré algo se sacudió en mi pecho. Era como si todo dentro de mí hubiera estado incompleto por tanto tiempo, y solo hubiera bastado con ese momento tan perfecto y sublime.

Era una llama que era incesante, un calor intenso que estaba quemando mi interior. Sus ojos y los míos decían lo que nuestras bocas no podían, con cada mirada, con cada gesto. Y como si nuestros sentimientos fueran dueños de nuestras acciones, nuestros cuerpos se movieron haciendo lo que nuestras almas desearon por tantos años; buscarse para encontrarse.

Sus pasos y los míos se acortan rápidamente y sus brazos se enredaron en mi cintura, se recostó en mi pecho, y su olor a fresa se impregnó en mis fosas nasales, ese olor que siempre fue su favorito y desde que ella utilizó esa fragancia se convirtió en la mía también.

Todo estaba completo, me olvidé por un momento que estábamos en público, y recordé todos esos momentos del pasado.

Pero no por mucho tiempo porque la voz de la mujer que debía estar en mis brazos habló.

-Kemal. ¿Quién es ella?

Ella separó su cuerpo del mío, así que mis manos quedaron en sus hombros. Ella secó sus lágrimas y desvió la mirada.

-Ella es Bahar, la mujer de la que te hablé. Ella es mi hermana- respondí, y su mirada volvió a encontrarse con la mía.

-Ah, hola- saludó, mientras estrechaba su mano con la de ella -Soy Samira Yilmaz.

Ella aceptó el saludo y sonrió con incomodidad.

-Un placer conocerte Samira, soy Bahar Yildiz.

Samira se colgó de mi brazo y pude observar que ella estaba desconcertada. Tal vez se preguntaba quién era, lo cuál era mi culpa ya que ni siquiera la había presentado a mi familia, solo a mamá por una videollamada. Me vi obligado a presentarla cuando escuchó una voz femenina en mi hogar.

-¿Dónde está Emir?- cuestioné.

-En Esmirna - respondió -ya lleva varios meses allá. Es la inauguración de una nueva compañía, así que va a quedarse allá temporalmente.

Bahar no podía dejar de mirar el agarre de mi novia, algo le molestaba. ¿Acaso estaba celosa? La conocía tan bien que podía estar seguro de que estaba incómoda con la situación.

-¿Y tú cómo has estado?- le pregunté y le dediqué una sonrisa-. Estás tan bella.

Dios no podía dejar de mirar a esa mujer y ella no se cohibió de hacerlo, al contrario, parecía que nos íbamos a comer con la mirada.

-Muchas gracias Kemal.

Silencio. Estaba perdido en esa mirada marrón que tanto me gustaba.

-Cariño voy a buscar algo de tomar. ¿Quieres algo?

La miré.

-No te preocupes por ahora no quiero nada, muchas gracias.

Samira soltó mi brazo y caminó lejos de nosotros.

-¿Cuándo viniste?

-Vine hoy en la tarde- contesté - pero estaba algo ocupado.

-¿Te quedarás?

Un brillo desconocido se instaló en su mirada.

- me quedaré un tiempo. Emir quiere darme un puesto ejecutivo en la empresa.

-Esto es genial- rió- ¿sabes si te arreglaron la habitación? ¿Qué habitación quieres? Supongo que la misma de siempre.

-Me voy a quedar en un apartamento-respondí-. No me puedo quedar aquí.

La sonrisa que tenía se fue desvaneciendo lentamente hasta convertirse en una débil y amarga mueca.

En realidad no podía quedarme aquí y romper la tregua de esta tentación que me pedía a gritos mandar todo a la mierda desde que la miré a los ojos.

-Pero este es tu hogar Kemal- insistió -. Sabes que no tengo problema con que te quedes.

-Lo sé, pero Emir me dijo que nos iremos a Rusia de manera provisional. Sabes que se inauguran varias empresas. Esta es una buena oportunidad porque estamos abarcando territorio.

Esa fue una excusa muy convincente, no estaba nada mal porque por esta vez me había salvado.

-Kemal, hijo.

Mi madre se acercó y abrió los brazos y yo la recibí con una alegría inmensa.

-Hola mamá. ¿Cómo estás? Te extrañé mucho.

-Ay mi bebé ya está todo un hombre- separó su cuerpo del mío para observar cada detalle de mi físico, con fascinación.

-Estás más bella en persona que en las llamadas - le dije.

Miré a Bahar nuevamente y rió levemente sin dejar de mirarme.

Sentí que mi corazón saltó muy dentro de mi pecho y un cosquilleo y leve calambre se instaló en mi estómago. Negó con la cabeza y bajó la mirada, quería esconder lo que estaba sintiendo, disimular para que las personas no concluyeran con la situación.

Mamá desvió la mirada hacia ella.

Le dijo que era una sorpresa de su parte, que por eso habían llegado de vacaciones fuera del tiempo que era. Ella se quedó observando y tragó saliva, esbozó una sonrisa débil y sus ojos se abrieron con sorpresa, lentamente.

Samira se aproximó a nosotros con una bebida en la mano. Este era el momento de presentarla oficialmente como mi novia, así que no lo dudé, ya que debía darle el lugar que le correspondía como todo hombre honorable que ama a su mujer.

-Mamá quiero presentarte a alguien...- me animé a decir, observé a esa mujer hermosa que miraba a Samira con la mirada apagada-. Ella es Samira, mi novia.

-¡Al fin!- gritó mamá con euforia - ¡al fin Kemal! Dios no puedo creerlo. ¿Cuándo será la boda?

Escuché una leve risa de Samira pero no podía observar a nadie más. No había algo más tortuoso que saber que le estaba rompiendo el corazón a una persona amada para mí. Pero yo tenía que continuar con mi vida y eso era algo que tarde o temprano ella iba a tener que aceptar. Sabía que esa noticia le iba a caer muy mal, por su lenguaje corporal y porque sentía que ella todavía me amaba demasiado al igual que yo a ella. El pecho se me contrajo cuando mi novia le habló del matrimonio y le mostró el anillo que le dí.

-Lo tenías muy callado

Me dio un golpecito con el codo.

Le dije que no me había dado tiempo de decirle. Pero solo era una excusa para evadir el tema y cambiarlo.

-Creo que debo irme-hablo ella, intentó subir la mirada y noté como esos ojos se cristalizaron e intentó tragarse el nudo en su garganta. Dios.

Perdóname mi amor, sé que sufres pero esto tarde o temprano lo tenías que saber.

Mi mamá le bombardeó de preguntas y ella se excusó, Samira de igual forma quería saber si se encontraba bien ya que su rostro estaba pálido y su mirada no transmitía una emoción positiva.

Pero ella se fue, tras decir que no pasaba nada. Me dejó con un mal sabor en la boca y con esta maldita incertidumbre en mi cabeza y con esta tortura de no poder abrazarla.

Pero tenía que dejar ir el pasado.

-Mama. ¿Puedes ver qué le pasa?- le susurré al oído.

-Claro cariño, no te preocupes- me mostró una sonrisa-. Creo que solo le duele la cabeza. Me dijo que estaba cansada, ya sabes, por el viaje largo.

-Samira, un placer conocerte, quedas en tu casa. Espero que disfrutes esta fiesta, ya eres parte de nuestra familia.

Samira le sonrió en respuesta y ella se dio la vuelta, caminó y se perdió en la multitud.