Zoe Davis seguía esperando pero no recibió noticias de sus padres. Le pareció extraño. Lo analizó con su agente —Con la intensidad habitual de mis padres, ya deberían estar llorando, armando un escándalo o incluso amenazando con suicidarse. ¿Por qué no han actuado todavía?
—¿Por qué no los contactas y te enteras?
—Mi mamá en realidad me llamó una vez para preguntar si podía ir y quedarme unos días. La ignoré.
—Necesitas a tus padres ahora mismo, ¿no podrías simplemente seguirles el juego? —El agente estaba algo sorprendido—. ¿Qué te pasa?
—Sé que debería hacerlo, pero esos dos campesinos, si vivieran conmigo y los fotografiaran, me sentiría avergonzada —Zoe respondió—. No importa, les llamaré y preguntaré.
Con eso, Zoe tomó su teléfono móvil. Esta vez, marcó el número de su padre —Papá... ¿cómo va todo con el asunto de Addison?
—Tu madre y yo estamos ideando un plan —Sr. Davis también la despachó—. Somos gente común, no es fácil para nosotros llegar a Addison.