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Chapter 2 - El primer dragón

La raza humana es extraña. Ellos consideran cualquier elemento 'extraño' como algo peligroso.

Ya sea vida, objetos o conceptos. Si es ignoto: es peligroso.

Dicho esto, imaginen lo que pasó cuando 'dragones' arribaron a nuestro mundo. ¡Fue un evento que encendió las alarmas del mundo entero! De un día para otro, descomunales puertas se abrieron en muchos puntos del globo; y de todas ellas, dragones de leyenda emergieron como invitados no deseados.

La historia dice que el primer dragón apareció en Inglaterra. Se trataba de un monstruo de cuerpo argentado que poseía dos cabezas, una cola y cuatro alas. Lo llamaron SilverSkin y según los registros —de hace noventa años—, sus escamas eran más duras que el mismo diamante.

Según la historia, la primera visita del ente fue tranquila. La inmensurable bestia emergió de un portal iridiscente, y poco después, atravesó las nubes con vehemencia. Sus alas extendidas medían cincuenta metros de punta a punta, y el largo de su cuerpo, desde la testa hasta la cola, lindaba los ochenta metros de amplitud.

Era como presenciar la caída de un ser divino.

Según los testimonios, SilverSkin no hizo nada durante una semana, únicamente vigiló el cielo. Asimismo, el gobierno inglés, así como el resto del mundo, se mantuvieron en expectación mientras escuadrones de aviones caza vigilaban la zona.

Entonces sucedió. Luego de varios días siguiendo el mismo patrón, SilverSkin aceleró como una ráfaga y voló en dirección a Londres, la ciudad más poblada del país.

En ese momento, el mundo entró en pánico.

En la semana anterior, cientos de delegaciones trataron de acercarse al dragón: recolectaron evidencia, hicieron mediciones y tomaron fotos. La razón principal era aprender más sobre él.

Sin embargo, no se pudo hallar nada. Había nuevas leyes, nuevos elementos: ¡había magia!

Los instrumentos no servían. Se trataba de un ser extraño.

Por ese motivo, el Reino Unido se mantuvo inquieto. ¿Qué era esa cosa? ¿Era fuerte? ¿Por qué rayos arribó a este mundo?

Mientras la Unión Europea se mantenía expectante, el Reino Unido emitió una orden:

¡EXTERMINEN A ESE DRAGÓN! ¡NO PUEDE ACERCARSE MÁS A LONDRES! ¡LA VIDA DE OCHO MILLONES DE PERSONAS ESTÁ EN JUEGO!

Los cazas despegaron.

Los buques de guerra, destructores, acorazados y portaaviones zarparon hacia el punto de encuentro.

Londres reforzó sus sistemas de intercepción antiaérea: Gepards, sistemas Star/treak y Pantsir-S, líneas de misiles tierra-aire, artillería, módulos de intercepción láser.

Cientos de helicópteros, tanques y vehículos acorazados empezaron a movilizarse.

Miles de francotiradores con rifles de última generación tomaron posiciones estratégicas.

Londres estaba listo. Solo faltaba la orden para que todo comenzara.

Por su parte, SilverSkin atravesó el límite. Y una vez que lo hizo, la humanidad liberó su instinto primigenio: matar.

***

Explosiones atronadoras, estelas de fuego y muerte, nubes de hollín que pintaban los cielos. Mientras aviones de la serie MIG 29 y MIG 21 realizaban maniobras evasivas, batallones de aviones de la serie; Eurofighter Typhoon, Panavia Tornado y Dassault Rafale, bombardeaban con misiles aire-aire la morfología entera del inmenso dragón.

Un escuadrón de quinta generación, conformado por algunos F-22 raptor y F-35 Lightning II, preparaba contramedidas frente a un posible contraataque.

La batalla parecía feroz. El cielo rugía mientras los cañones Mauser BK-27 disparaban letales balas de 27 mm. Misiles ópticos, termo-guiados, incendiarios, de alto impacto.

La masacre venía de un lado.

Los aviones asediaban al dragón. La bestia recibía cada misil.

Tras cinco minutos de bombardeo incansable, se ordenó el cese al fuego. La bestia comenzaba a perder altura, periclitaba. Quizá muerta, quizá herida.

La nube de humo se disipó en el aire. Todos esperaban carne quemada, heridas mortales y huesos descubiertos. Sin embargo, el dragón seguía volando, es más, su condición era perfecta. SilverSkin no tenía heridas, en ningún lado.

—¡Tiene que ser una maldita broma! ¡¿Qué pasa con esa cosa?! ¡No le hicimos nada! —exclamaron los pilotos.

Al comprender la fuerza del inmenso dragón, los pilotos sintieron temor. Aun así, mantuvieron la calma. Las órdenes eran concisas. Era momento de un segundo intento.

—¡Preparen un nuevo ataque! ¡Usen más poder de fuego! ¡Más potencia! ¡Si es necesario, todo el arsenal! ¡La misión es freír a ese maldito demonio!

Una fila de cazas bombarderos se elevaron sobre la bestia, batallones de cazas ordinarios flanquearon al dragón, escuadrones de misileros tomaron la retaguardia. En el aire había un total de cien aviones. Y en el mar, doscientos despegaban desde portaaviones ubicados estratégicamente.

Los segundos cayeron como cuencas de plata, un minuto después, todo estaba listo. ¡La humanidad iba por su segundo round!

Sin embargo, como si bostezara de manera impertinente, el dragón abrió sus poderosas mandíbulas, reunió energía en sus fauces, y de un soplido, emitió un potente rayo de luz áurea que abrasó cualquier bacteria en su camino.

El viento bramó debido al abrupto cambio calórico, la turbulencia hizo retumbar los aviones, el rugido de la luz convertida en plasma opacó el bramido de los turborreactores.

La infernal lanza de fotones aumentó su diámetro, más, más, mucho más, parecía una espada infinita lacerando el cielo. En eso, SilverSkin viró su cabeza, su objetivo era usar su 'espada' como arma.

Al comprender esto, los pilotos evadieron el rayo con maestría. Maniobras, giros, amagues, fintas, los turbofanes rugían mientras los cazas perforaban el cielo como ángeles de plata. La experiencia, el instinto, la habilidad, esos aspectos relumbraron como diamantes humanos.

Maniobrando sus aviones con pericia, los pilotos sintieron la magia de luchar. Era una experiencia única —cuando piloto y avión se volvían uno—. ¡Podemos hacerlo! ¡Podemos hacerlo! ¡Esa bestia no puede superar la sinergia entre máquina y humano! ¡No puede superar la tecnología humana! ¡Caerá ante la humanidad!

No obstante, destrozando esa débil fantasía, miles de escamas emergieron del inmenso dragón.

Eran brillantes, relucían como espejos y tenían formas distintas. Súbitamente, una danza de escamas bailó en el cielo. Ninguno de los pilotos sabía lo que pasaba. Hasta que una escama interceptó la trayectoria del rayo, desviándolo y cambiando sus vectores.

—¡¿Escamas espejo?! —musitó el líder.

Luego otra escama modificó el ángulo del relámpago, después otra y otra. La descarga rebotaba en las escamas, cual pelota de ping pong.

De pronto, el general comprendió el infierno. Casi al instante, vociferó:

—¡Aborten la misión! ¡Retirada! ¡¡Ahora mismo!! ¡¡¡Retirada!!!

Empero, era tarde, controlando la dirección del láser a voluntad, líneas zigzagueantes alcanzaron a los cientos de aviones perforando sus cuerpos sin misericordia alguna.

*¡BOOOMMM!*

*¡BOOOMMM!*

*¡BOOOMMM!*

Explosiones de muerte y sangre mancillaron los cielos. Se trataba de un espectáculo infernal.

Los pilotos intentaron escapar, pusieron todo su empeño en ello. Aun así, era imposible. El dragón manejaba sus escamas a la perfección, y con ello, su aliento lumínico persiguió a todos hasta los confines del averno.

Izquierda, derecha; arriba, abajo; diagonal, vertical: el pulso de energía dorada parecía un acosador incansable. No importaba a donde corrieras, no importaba a donde volaras. El maldito demonio brincaba en las escamas, trazaba líneas esquinadas y te alcanzaba sin más —sonriendo en su trayecto homicida.

En pocas palabras, era un poder injusto: abrumador.

Con solo abrir una de sus bocas y soltar escamas, SilverSkin demostró un poder divino que superaba por mucho las armas de fuego actuales.

En menos de tres minutos, el rayo segador aniquiló el cielo. Aun así, la masacre no terminó ahí. SilverSkin buscó a los pilotos que lograron 'saltar' a tiempo y perforó sus cuerpos con la misma violencia que mostró al principio.

Fuego, muerte, gritos y lágrimas. Aquella tarde, doscientos cincuenta aviones fueron masacrados. Y al mismo tiempo, SilverSkin obtuvo un apodo: El demonio de los mil espejos.

Mientras tanto, en el centro de operaciones, una duda consumió a todos los presentes:

—¿Deberíamos lanzar una ojiva nuclear?