("Clip, clop, clip, clop, clip, clop…").
Lidia: 『 … 』
Verónica: 『 … 』
Shun: 『 … 』
Fue una larga jornada. Pasamos toda la noche cabalgando y no habíamos dormido nada. Era de mañana y logramos llegar a las colinas boscosas de la frontera Oeste con Anton.
Algo rescatable que aprendí del extenuante viaje fue aprender a montar. Tuve que hacerlo sobre la marcha mientras la Sra. Aarden me daba instrucciones para suplirla por su brazo fracturado. También le debo agradecer a Tzar, fue muy paciente y fiel conmigo. Sin duda que él y Snel se merecían un descanso después de correr y caminar por horas y horas.
("Clip, clop, clip, clop, clip−").
Verónica: 『 … Llegamos... Aquí es. 』
Paramos en un letrero que marcaba el final del territorio del reino, cuya inscripción decía únicamente: Anton; sin nada extraordinario de más.
Seguimos avanzando a paso ligero, mirábamos por los alrededores a ver qué encontrábamos, si había alguna clase de señal, marca, pista o algo que nos indicara el camino que nos llevaría con el tal Roef.
Observábamos los tres… o mejor dicho las dos… Shun tenía la cabeza gacha y no mostraba interés de buscar. Desde que él mismo tuvo que sepultar a su hermano, estuvo así durante todo el camino, completamente deprimido y sin ánimos de nada.
Pero no era el único que estaba destrozado, nosotras también estábamos muy tristes. Sentía un gran dolor en mi corazón y parecía que en cualquier momento volvería a llorar. Supongo que era lo mismo para la Sra. Aarden, había perdido a su hijo y tampoco podía esconder su enorme desconsuelo por él. Todos estábamos desganados, física y emocionalmente.
Llegamos a un punto donde el camino descendía de las montañas. Muy lejos, se podía observar una linda panorámica a contraluz, donde un pueblo se alzaba sobre el valle cubierto de niebla. No era la capital, pero era lo bastante grande como para considerarse como una ciudad importante del país.
Lidia: 『 ¿Será ahí? 』
Verónica: 『 No lo creo. A Roef nunca le gustaron los lugares con mucha gente. 』
Lidia: 『 Entonces, ¿dónde podría estar? 』
Verónica: 『 … ¿Mmm…? 』
La Sra. Aarden volteó a su derecha y encontró una pequeñísima y casi invisible vereda que seguía subiendo hacia lo alto del cerro.
Verónica: 『 Derecha… 』
Recordó las extrañas indicaciones de mi padre, que solo remarcaban ese sentido. Entonces, pareció lógico, más o menos. Era la única pista que se nos había proporcionado, así que nos arriesgamos y continuamos subiendo en lugar de descender.
Llegamos a un punto plano en el monte, un claro bastante extenso que se escondía entre los densos árboles de forraje anaranjado. Justo en medio del espacio, había una pequeña choza de madera, bien construida, con una sola puerta y tan solo tres ventanas. A su lado, había una pequeña pileta artificial con agua en donde podíamos tomar un poco de agua.
Lidia: 『 ¿Es… aquí? 』
Verónica: 『 Esperemos que sí. 』
Bajamos y nos acercamos a la puerta. ("¡Toc, toc, toc!"), tocamos en tres ocasiones, esperando a que alguien contestara. No hubo respuesta alguna, solo un silencio que marcaba que no había nadie en casa.
Verónica: 『 ¡¿Hola?! ¡¿Hay alguien en casa?! 』
Shun se acercó a la pileta y se mojó la cara para despertar, aunque eso no cambiaba su estado de ánimo bajo. Miraba su inexpresivo rostro reflejado en el agua hasta que reaccionó.
("¡Mmmñññiuuu!"), un extraño rechinido en la parte de atrás llamó su atención. Se levantó del césped y caminó a la parte trasera de la casa.
Lidia: 『 ¿Shun? 』
No me contestó. Decidí mejor seguirlo para averiguar qué encontró. A espaldas de la casa, había un pequeño terreno arado y un diminuto almacén de herramientas abierto, con palas, picos, serruchos y cajitas con más cosas.
A un costado había una mesa de trabajo con varios tablones de madera encima y un extraño instrumento con forma rara. La tomé y la examiné por todos lados. Por arriba tenía un extraño mango que parecía una perilla de puerta y otro con forma de empuñadura. También tenía un tornillo sobre dos placas de acero y por debajo la superficie tenía surcos lisos y una corta abertura que mostraba una navaja. Era la primera vez que veía una herramienta así.
Por su parte, Shun examinaba el cuarto a la intemperie. Se interesó por una caja de cartón corrugado, húmeda y blanda. Retiró la tapa y encontró un par de guantes sin dedos de piel y una carta arrugada y amarillenta. La abrió mientras yo seguía distraída con esa cosa desconocida, desenvolvió la hoja de papel y antes de empezar a leer…
Cazador: 『 Devuélvela. 』
Guardó las cosas y las colocó de nuevo en su lugar. Al apreciar la situación, me escondí tras la mesa y agache para no ser vista (si es que no era descubierta aún). Shun no hizo ningún movimiento brusco y obedeció las órdenes del sujeto desconocido que le apuntaba con el arco. Dio media vuelta, muy lentamente, y salió del almacén.
Verónica: 『 ¡¿Niños?! ¡¿Qué están hacien−?! 』
Cazador: 『 ¿Ah…? 』
Verónica: 『 ¿Roef? 』
Cazador: 『 ¡Veróni−! 』
En cuanto apareció la madre de Shun, el cazador destensó la cuerda y su rostro serio se sorprendió. Shun aprovechó que bajó la guardia y con un movimiento fugaz, trompicó al hombre y agarró su arco con la intención de arrebatárselo. Sin embargo, no se lo permitió y forcejearon el uno con el otro.
Estando acostado sobre el suelo, el cazador puso un pie en el abdomen de Shun y lo levantó, empujándolo hacia atrás y cayendo de espaldas con un azotón. El sujeto se alzó rápidamente e intentó clavarle la flecha en el hombro. Shun se inclinó y lo esquivó, lo pateó contra la mesa y de nuevo se le fue encima y contra su arma.
Volvieron a jalonearse y Shun lo golpeó con el mismo arco en la acción. No obstante, el hombre no se quedó de brazos cruzados y se lo regresó de igual manera, con más fuerza, y además, jalando su talón con el pie para derribarlo. Sujetó el arma como un palo de madera y antes arremeter de lleno a Shun…
Verónica: 『 ¡ROEF, ESPERA! 』
O casi lo hace. Se detuvo a medio camino y volteó a ver a la Sra. Aarden, quien le dio explicación.
Verónica: 『 ¡Roef…, es Shun! 』
Cazador: 『 ¿Eh…? 』
Miró a Shun y examinó su rostro. Bajó el arco y se le quitó de encima, asiéndose a un costado. Hubo un brevísimo silencio que se rompió con un suspiro de la señora Aarden, quien prosiguió con presentarnos de manera formal al cazador.
Verónica: 『 *Suspiro*… Niños…, les presento a Roef Willems. 』