Pasamos por unos pocos pasillos, llegando a un gran vitral, en este diseñado los primeros tiempos de la ciudad de Caer yr, justo en medio una puerta doble daba acceso a un patio interior, este magníficamente construido, flores extrañas, de tonos blancos y azules, adornando el paisaje, dándole una belleza y aroma embriagadores.
En el patio se podía observar a decenas de sirvientes, moviendo mesas, sillas, preparando adornos y algunos alimentos.
Las luces estaban formadas por unas piedras iridiscentes, dándole un brillo único , era un lugar realmente encantador, sacado de las fantasías más puras.
Siguiendo a Gwen de cerca, pude ver a una sirenoide dando órdenes a los demás.
- Señor Hel, permíteme presentarte a Lidia, ella es la jefa de sirvientas - La sirvienta me miró de arriba y abajo.
Ella era una sirenoide realmente bella, se podía ver como los marineros caerían presos por la hermosura de esta raza en los cuentos y leyendas.
- Señor, es un placer conocerlo, permiteme disculparme por la actitud de mi estúpido esposo y asegurarle que no le molestara mas - Su voz entonaba una fuerte seguridad, parecía seria, seguro que incluso meticulosa, se podía entender como llegó a un papel tan importante como la jefa de las sirvientas de la realeza.
- Señor Hel, por si no lo sabía, ella se disculpa por Leva, Lidia y él están casados - Mi mente se cortocircuito por unos segundos y este fue uno de esos momentos en los que agradecía tener máscara.
¿Como demonios Leva acabó con una mujer así?
Cuando pude recuperar mi conciencia y maldecir en secreto al general impulsivo, asentí.
- Tranquila señorita Lidia, no hay enemistad entre su esposo y yo - Ella también asintió, dando una ligera reverencia a Gwen, nos dejó para seguir dirigiendo a los sirvientes.
Parecía una mujer aplicada.
Seguimos un camino central que se abría dando a una pared del castillo, allí una plaza de buenas dimensiones, aquí es donde se colocaban las mesas y sillas, esta zona estaba envuelta por las flores, el perfume era realmente embriagador en este lugar, en el extremo más cercano a la pared había una gran mesa, en ella un trono de madera, era obvio que era la mesa más privilegiada, la mesa de la reina.
Gwen no dudo y caminó hacia ella, se sentó en su trono y me ofreció sentarme a su izquierda, la derecha era el lugar del invitado, un puesto muy importante en la etiqueta.
La izquierda también, aquí tendría que sentarse el más allegado del rey, aunque en este caso estaba yo sentado.
Desde esta posición se podía observar todo el ajetreo, unos sirvientes no tardaron en servirnos algo de fruto y un alcohol suave, parecido al vino, pero mucho más suave y con un toque dulce.
Algunas personas comenzaron a acercarse al trono y se inclinaron, era de razas distintas, pude distinguir a la raza de Olivia, también un par de sirenoides, como un par de humanos, la diversidad de esta ciudad era realmente sorprendente.
Al poco pude ver unos sirvientes cargando instrumentos y llevándolos a una esquina y entonces lo comprendí, eran los músicos.
Mientras esperábamos a la finalización de los preparativos, tuvimos un pequeño concierto privado, como un preámbulo a lo que escucharíamos en la cena.
La voz y el arpa de las sirenoides eran mágicas, la joven parecida a Olivia, usaba un instrumento de viento extraño, parecido a una flauta atravesada pero con un diseño extraño y varias salidas para el viento, por último, los humanos, uno tocaba una especie de tambor, mientras que el otro un violín muy rústico, pero con un excelente resultado al escucharlo.
Parecía que su nación se centró en el arte y la destreza, aunque uno no tiene que fiarse nunca de los humanos pues sus requisitos para llegar a serlo no eran para nada un camino puro.
De nuevo un par de horas pasaron y las preparaciones ya estaban listas, era la hora de que los invitados llegasen y no se hicieron demorar.
Poco a poco las mesas se comenzaron a llenar, primero vendrían y darían un muy formal saludo a la reina, mientras que sus ojos terminaban en mi, había miedo, dudas y sorpresa, todo tipo de miradas y expresiones.
En la entrada de la plaza, un sirviente gritaba los nombres de los invitados y su cargo, muchos de ellos llegaban con sus parejas o amantes, realmente lo que esperarías de un banquete de alta cuna.
Al poco llegó Olivia, ella saludo a la música y tras el saludo a la reina se sentó en nuestra mesa, en una de las esquinas, después fue el hombre cangrejo, el cual sorprendentemente estaba junto a lo que juraría que era su pareja, ellos se sentaron junto a Olivia, después de eso el último general también se sentó con su mujer a su lado, parecía que el lado izquierdo era representado por los militares. Todos los presentes llevaban cierto estilo de ropa de gala, pero sin ser demasiado aparatosa.
Poco a poco, más hombres y mujeres se sentaron en nuestra mesa, la mayoría por la derecha, eran los encargados de dirigir el comercio, administración pública e iguales.
Ninguno me llamó mucho la atención, aunque la mayoría de sus miradas mostraban temor hacia mi persona, al contrario que los militares, ya sean los generales o sus sub generales y personal al mando, que solían mirarme con sorpresa y algunos con cierto rasgo de orgullo, como si mi presencia los llenase de seguridad.
Extraño.
El banquete estaba comenzando en paz, pero no duró mucho, los hombres pájaro de Marcus entraron saltándose la cola de invitados y él se coló por delante de todos, él llevaba su pomposa ropa y su mirada lívida, podía notar como la sangre se me calentaba, por suerte encontré una especie de mariposa en el suelo, la pise hasta volverla añicos, aunque fue rápido y sutil, no pude controlar del todo la fuerza, dando un sonoro golpe, suerte que la música estaba sonando y solo Gwen, junto a la vía militar notaron mi acción, cuando mi pie soltó el suelo, solo unas migajas de la mariposa estaba intactas y la losa del suelo partida.
La tensión había subido con la presencia de Marcus y pudieron notar mi desagrado hacia esta persona.
Los generales me miraron, al igual que sus subordinados y sus parejas, muchos tenían un toque de miedo, pero la mayoría deseaba que hiciera algo, se notaba su desprecio a este aliado.
Gwen, sutilmente me agarro el brazo, estaba claro que no deseaba que montase un espectáculo, DIOS, como deseo una oportunidad, solo una, para arrancarle las alas.