—Por supuesto, es él, mi señor —dijo Karter de mala gana—. Ese feo enano se llamaba Anthony. Tuvo la suerte de ser el primero en encontrarse con su descendiente y sacrificó su vida para completar el paso final del sacrificio.
—Entonces, ¿qué recompensa quiere? —preguntó Azazel en voz baja, pero no necesitaba una respuesta—. Entiendo. Dado que es mi fiel súbdito, es mi responsabilidad cumplir su deseo.
La niebla negra emergió silenciosamente y envolvió el cadáver del enano.
Esta vez, la niebla negra duró mucho más que la de Karter. Se prolongó tanto que Karter comenzó a rechinar los dientes y a mirar fijamente el cadáver de su antiguo compañero como si quisiera morderlo en pedazos y tragárselo. La niebla negra continuó expandiéndose y pronto fue imposible ver lo que había dentro.