Punto de vista de Yarin:
—¿Está ella aquí? —Anthony miró alrededor nerviosamente—. ¿Debería ir solo o esperar a alguien? ¿Es seguro en la calle? No habrá ningún control, ¿verdad?
—¡Cállate, niño! Si no me crees, ¡pierdete! —gritó Marty molesto.
Anthony lo miró con reticencia, pero no dijo otra palabra.
Una mujer estaba en uniforme de conductora en las profundidades del almacén. Tenía unos cuarenta años, fruncía el ceño y parecía impaciente. Escupió la colilla del cigarrillo y la pisó dos veces cuando vio quién era. Preguntó:
—¿Es él?
—Sí —Marty asintió—. Hazlo rápido y no te descubran.
—Habla menos —dijo la mujer con una sonrisa burlona—. ¿Cuándo puedo obtener mi recompensa?
—No me perderé ni un centavo. Está bien, apúrate y ponte a trabajar.
La mujer miró a Marty con dureza y luego observó a Anthony desde el rabillo del ojo.
—Vamos, niño.
Anthony no se movió. Le preguntó ansiosamente a Marty: