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Su Bei cerró sus ojos. Se decidió y levantó la tela.
Algo frente a ella hizo que su corazón se detuviera.
¡Era porque era demasiado exquisito!
El jade de color verde aguamarina estaba convertido en joyas de diferentes estilos. La exquisita mano de obra y el diseño lo convertían en un festín visual.
Daba la sensación de que era una alineación deslumbrante de joyas, demasiado para que los ojos pudieran absorberlo todo.
Su Bei pensó en algo y preguntó —¿Hiciste todas estas con el jade que trajiste de ese día?
Los ojos de Feng Cheng estaban brillantes, y asintió un poco avergonzado.
—¡Feng Cheng! ¡Realmente eres un genio! —Su Bei elogió de corazón—. Antes estuve con un amigo y lo vi comprar piedras brutas, pero solo estaba jugando y no sabía cómo convertirlas en joyas. Tu artesanía es realmente excelente.
