Todos quedaron impresionados por su porte. En ese momento, reinó un silencio absoluto. Nadie se atrevía a hablar en voz alta.
—Es un honor tenerle aquí, Señor Qin. ¡Preparen té, papel y pluma! —La voz del Viejo Maestro Tang temblaba de emoción.
Al cabo de un rato, una mesa de caligrafía anticuada fue preparada y transportada por los sirvientes. Era la mesa que el Viejo Maestro Tang solía usar para practicar la caligrafía.
El mejor pincel, papel y piedra de tinta fueron colocados en la mesa.
—¿Están bien estos? Si no, ¡puedo mandar a alguien a cambiarlos! —preguntó el Viejo Maestro Tang.
—Servirán —dijo Qin Yue con voz neutra. Seguía siendo frío y distante.
Emocionada, Tang Yue tomó la iniciativa de entablar conversación con él. —Señor Qin, hoy es el cumpleaños de mi abuelo, así que, por favor, escriba un mensaje de felicitación. ¡Hágalo como desee! ¡Yo le ayudaré a moler la tinta!
Dicho esto, Tang Yue agarró la losa de tinta y estaba a punto de molerla.