—Todos sabían que a Wang Yizhi le gustaban mucho las artes y las pinturas. Era muy entendido en ello.
—Todos estaban curiosos acerca del regalo que había recibido Su Bei. Suponían que debía ser de un maestro. Probablemente valía cientos de miles de yuanes. Si resultaba ser excepcional, incluso podría valer millones.
—En ese caso, el regalo de Su Bei no estaba nada mal.
—Sin embargo, por la forma en que Su Bei lo guardó casualmente, era evidente que no entendía esa pieza de arte. Darle a Su Bei esta obra de arte de un maestro era como dar perlas a los cerdos.
—Zhu Fenfen se golpeó el pecho y respiró aliviada en secreto. —Afortunadamente, no había arruinado la pintura. De lo contrario, no podría pagar los cientos de miles como compensación.
—Feng Ze pensaba: «¿Unos cuantos cientos de miles? ¡No puedo pagarlo!»
—El anfitrión preguntó curiosamente a Wang Yizhi:
—Señor, ¿cómo se compara el regalo de Su Bei con el de Su Huixian?